jueves, 29 de agosto de 2013

Pacific rim (2013)
Dónde está ese Godzilla que lo reviento.


El cine a veces nos da sorpresas gratas. Fui al IMAX con la idea de que Pacific Rim era una película más de cine espectáculo: esa suerte de  subgénero, podríamos considerar, que busca explotar al máximo los efectos especiales y un recurso como el 3D para tratar de llenar las salas de los cines en los meses de Junio-Julio-Agosto, que es el verano del hemisferio norte, donde está la plata. Estos tanques de verano, en el mejor de los casos, son filmes pasatistas, pochocleros y mediocres, haciendo que la visita al cine valga la pena sólo porque pasas 2 horas de tu vida en un lugar con aire acondicionado. De vez en cuando aparece alguno que otro rescatable.

Primero empecemos con la propuesta: Guillermo del Toro dirigiendo una película homenaje al cine Kaiju Eiga japonés, el clásico cine de monstruos gigantes destruyendo ciudades como Godzilla, o Gorgo en Inglaterra. También a glorias del animé como Mazinger Z o Evangelion. Los que crecimos con televisión por cable pudimos ver un familiar de este cine fantástico japonés, el denominado Super Sentai, que conocimos por Power Rangers. Este tipo de cine fue siempre una fiesta, porque nos daba gente disfrazada de monstruos o de otras criaturas o máquinas, a veces creadas por el hombre, luchando ferozmente mientras la maqueta de la ciudad se destruía debajo de los actores en trajes. Era el cine espectáculo de nuestros padres o tíos, antes que los efectos hechos por computadora (CGI) dominen el mapa. Conociendo otros trabajos de Del Toro, como El laberinto del fauno (Pan’s Labyrinth), se podía confiar en que el proyecto de semejante película estaba en buenas manos. El tema fue que Del Toro había dejado otro proyecto de lado para hacer esta película sobre robots y monstruos gigantes, una pequeñita obra de tres películas llamada El Hobbit, no sé si la conocen. Creo que hizo negocio.

La película comienza con la narración de lo acontecido en el mundo por parte de nuestro protagonista. De una grieta del fondo del Océano Pacífico, criaturas de otra dimensión aparecen en la Tierra. Como el “rey de los monstruos” con Tokio, se dirigen a las ciudades a destruirlas. El primer país que atacan (cuándo no) es Estados Unidos. Como decenas de generales americanos no vieron nunca una película de Godzilla, no sabían que a los monstruos no se los puede matar con aviones y tanques, perdiendo miles de millones de dólares de material bélico en el proceso. Después de una batalla durísima y larga contra el primer Kaiju, la bestia cae muerta no sin haber destruido los puntos turísticos de varias ciudades yanquis. No sé ustedes, pero yo evitaría la torre Eiffel si cuando visito París veo un monstruo gigante en el horizonte. Al repetirse constantemente la llegada de los Kaiju, el mundo se pone de acuerdo para hacerles frente.  “EL mundo” es un decir, porque a los únicos que les preocupa la llegada de los bichos es a los países que dan al Océano Pacífico.  La solución que encuentran estos países para lidiar con los monstruos es crear los suyos, a la manera de robots gigantes. Desde un punto realista no tiene ningún sentido, porque no hay nada que un robot gigante pueda hacer que un tanque, o un barco o un jet no, pero estas películas no buscan el realismo, así que yo me entregué a tomar lo que me presentaban como cierto. Estos robots, llamados Jaegers, son pilotados por parejas humanas y se despliegan en diferentes puntos de la costa con el Pacífico en alerta por si un nuevo monstruo se dispone a destruir todo. Los argentinos zafamos porque estamos en otro Océano. En verdad zafaron quienes tenían que confiar en un robot argentino o en argentinos para que los defiendan, porque lo más probable es que el robot no se haga o funcione mal por temas de presupuesto o corrupción.

Pero la película es más inteligente que eso. Podría haberse hecho un largometraje de la guerra contra los Kaijus a lo largo del mundo, y no fue así. El hecho es que nos situamos en un momento posterior, en donde la humanidad vuelve a estar en peligro después de años de victorias contra lo’ mostro’. De la grieta salen cada vez más bichos y más fuertes y los robots gigantes se las ven negras. Comenzamos viendo cómo nuestro personaje principal, Raleigh Becket, piloto de Gypsy Danger, uno de los Jaeger norteamericanos, sufre flor de paliza frente a un Kaiju enorme, y pierde a su hermano copiloto en la pelea. El trauma del combate y de la pérdida de su hermano lo aleja del pilotaje de robots por varios años. En ese tiempo, los Kaiju se cargaron a varios Jaegers y el panorama se oscurece, con lo cual “el mundo” se pone de acuerdo en desmantelar el programa Jaeger y crear un reemplazo en defensa de la tierra. Ese reemplazo es una gran pared a lo largo de la costa de todos estos países en peligro. Una tarea tan titánica como pelotuda sólo puede ser resuelta por grandes líderes del mundo en consejo. Pronto se demuestra que la pared no sirve, porque un Kaiju la atraviesa y destruye la Ópera de Sydney, que estaba a unos pasos del muro. No soy ni un ingeniero ni un especialista en hormigón, pero en vez de montar una pared gigante a lo largo de la costa, hubiera costado menos armarla alrededor de la grieta ¿no? Al menos, no al lado de las ciudades, dándole todo el Océano libre a los Kaijus. Pensándolo mejor, si tenían éxito con el muro iban a entrar a salir los bichos y se iban a juntar en una pecera gigante, donde tenían espacio para corretear y jugar y probablemente se olvidasen de destruir la tierra. Los héroes de la jornada son los pilotos australianos del Striker Eureka, que acaban con el Kaiju fan de Another Brick in The Wall de Pink Floyd. La última resistencia de la humanidad recae en Stacker Pentecost, el comandante de los 4 Jaegers restantes, el australiano, el chino, el ruso y el americano, que no tiene pilotos. Por eso llaman a Raleigh a probar suerte con la nueva versión del Gypsy Danger.
Por ahí sólo querían ser amados.


Lo bueno del cine fantástico no es  crear mundos imposibles. Las mejores películas del género no son las que te lanzan a un mundo sin conexión con el nuestro y  con problemas que  son ajenos a nosotros. Con El Laberinto del Fauno, Guillermo del Toro no estaba interesado en crear un universo paralelo al actual, sino en demostrar cómo una chica imagina un escape hacia un mundo imaginario para evitar vivir las desgracias de la posguerra civil española, y de cómo la fantasía y la realidad pueden convivir en un mismo lugar. Esto es fantasía. La ciencia ficción, en cambio, nos da una explicación a todo. Todo lo que pasa tiene un sentido, no se libra nada al azar. Es el avance de la ciencia lo que nos abre nuevos mundos. Un mundo de fantasía es un alivio, porque en el fondo sabemos que alguien lo imaginó tratando de hacer un mundo lo más diferente al nuestro posible, para que sea atractivo por antítesis. Sabemos que hay un humano detrás de eso soñándolo, por eso podemos dormir tranquilos. Un mundo de ciencia ficción es el horror absoluto, porque lo que sucede escapó hace tiempo al control de los hombres. Mejor dicho, lo que sucede se nos puede salir de control. Nada de esto tiene que ver con Pacific Rim, pero todavía algunas críticas la nombran como película de ciencia ficción, cuando me parece claramente que el punto pasa por otro lado. Creo que es momento de redefinir los géneros.

Raleigh debe buscarse un compañero de cabina, y nos presentan a un personaje cliché como Mako Mori. No porque sea malo el personaje, sino porque era obligada la inclusión de una persona japonesa. La historia de Mako es la mejor de entre todos los personajes. En un flashback vemos como perdió de niña a sus padres ante el ataque de un Kaiju a Japón. Cuando el monstruo estaba por matarla, surge un jaeger que acaba con él. Mako se acerca al robot enorme y el piloto que sale de adentro es nada menos que Stacker Pentecost, que lo piloteaba, y al que Mako le debe la vida. Era el momento para un cameo de Godzilla, pero todavía lo sigo esperando.  Ahora, dijimos que se piloteaba en parejas. Cualquiera que haya visto Evangelion y fue al cine a ver esta película vio cosas que le hicieron ruido. Los pilotos tienen que entrar en una “sincronización” entre ellos y con la Inteligencia Artificial que los maneja. La inteligencia artificial es Ellen McLain, GLaDOS de la serie Portal, y en un momento tira una frase muy GLaDOS, que no es de ninguna manera una coincidencia, porque Del Toro es un gran gamer. En Evangelion, la sincronización se hacía con el robot mismo, y cuando la sincronización se perdía, se iba todo al carajo. Tiene que haber una conexión especial entre los pilotos, por eso suelen ser parientes, hermanos o padre-hijo. Pero en el caso de Mako y Raleigh, no hay tal conexión. Lo que pasa en Pacific Rim cuando se pierde la conexión es menos brutal que en Evangelion, pero Mako mientras probaban la sincronización recordó el ataque kaiju a Tokyo y casi hace volar todo a la mierda en la base. Mako es el personaje inestable, como era Shinji en Evangelion. Además es una de las únicas dos mujeres piloto que nos muestran, junto con una piloto del jaeger ruso. Prefiero diez veces a Mako que a Shinji igual. En Evangelion, los robots gigantes escondían un secreto que los convertía en las únicas armas capaces de destruir a los ángeles que venían a destruir la tierra. Acá… bueno, una piña de un jaeger aparentemente sirve más que un cañonazo o un misil. Creo que dan una explicación de porqué construir los jaeger en la película, pero eso no cambia que estamos hablando de un film sobre robots gigantes que pelean contra monstruos de otra dimensión.
Sigamos soñando

Los científicos que estudian a los Kaijus en la base son dignos de los tres chiflados, pero esenciales a la trama. Uno descubre que se puede conectar con la mente de los kaiju, como hacen los pilotos con sus robots. Al hacerlo se da cuenta que hay una raza de aliens que están mandando a los monstruos a través del portal, y que muy probablemente sean los bichos parte de un plan de conquista de la tierra.  Para poder conectarse bien con la mente kaiju necesita un cerebro fresco, que consigue de un personaje muy colorido, digno de Saint Row: The Third. La segunda mitad de la película es la que contiene las escenas de pelea. Varios Kaijus llegan en masa y se ponen a funcionar los cuatro jaegers restantes a hacerles frente. Luego de una súper escena de pelea, y para conveniencia del argumento, los kaijus son destruidos igual que dos de los jaegers. Como era esperable, los que sobreviven son los que hablan en inglés. En la última misión idean un plan para destruir el portal y acabar con la amenaza Kaiju para siempre. Digo para siempre porque no hay “material de secuela” en el final de la película, como sí tiene Godzilla, la versión norteamericana.  Calculo que no le tenían fe como para hacer una franquicia, aunque la idea de muchas de estas pelis es vender muñecos. Igual ya hay secuelas planeadas.

Gaucho Tango, el jaeger argento.


En el fondo, la película cumple con su cometido. La acción es intensa y divertida, la banda sonora hacía temblar al cine, y los efectos de sonido te sumaban a la pelea. Es una de las pocas películas en donde realmente parece que estuvieras montado en el jaeger o mirando por el visor de uno de los robots lo que pasa. Normalmente detesto el CGI, pero estuvo muy bien usado sin que molestara en ningún momento. Los actores se dejaban ver, pero el que se lleva los aplausos es  Idris Elba, Stacker Pentecost, no por hacer un gran papel, sino porque el resto es bastante flojo. Tengo un problema personal con Raleigh, que me parece Johnny Knoxville rubio. No me puedo tomar en serio la película si el que tiene que defender la tierra es el gil de Jackass en un robot gigante. Mako es otro caso de un personaje desaprovechado, con gusto a poco. Aun así me parece una de las mejores de acción del año, y una buena demostración de que se puede hacer cine de espectáculo entretenido, pero también puede ser inteligente. La mayor crítica es que se presentó esta película como un homenaje a un cine que no representaba nada para la mayoría de la gente que la fue a ver. No sé cuántos vieron Evangelion  de los que estaban en la sala de cine, pero seguro que no éramos muchos. Pero la valoro como una introducción al género para audiencias jóvenes.
Recomendable 7

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